A 130 años del ensayo Nuestra América: camino hacia la segunda independencia
Por: Yusuam Palacios

Un anhelo nos acecha en medio de tanta podredumbre moral y crisis humanística en la época de la desidia y el yugo colonial que representa la colonización cultural, de la urgencia (para salvar la gran familia humana) de encontrar los caminos de la liberación definitiva de nuestros pueblos sometidos a la dominación. ¿De qué dominación hablamos?, de aquella que impone con total furia el imperialismo estadounidense. Y el anhelo presente, encuentra respuesta en José Martí, en su pensamiento y acción revolucionaria, guía para la lucha y programa político de la inmensa revolución nuestroamericana: “Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra América Latina. Vemos colosales peligros; vemos manera fácil y brillante de evitarlos; adivinamos, en la nueva acomodación de las fuerzas nacionales del mundo, siempre en movimiento, y ahora aceleradas, el agrupamiento necesario y majestuoso de todos los miembros de la familia nacional americana. Pensar es prever. Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto”.

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”; comenzaba así Martí su cenital ensayo Nuestra América; y no son pocos los que todavía juegan con la santidad de la América que nos pertenece, y con absoluta vanidad se sirven de ella so pena de poner en riesgo su independencia y soberanía. El drama que vivimos sin dudas es aterrador, pero al mismo tiempo esperanzador. ¿Será qué ante profundas crisis se desatan olas de cambio que devuelven la felicidad un día alcanzada?
Pareciera que ello ocurre en nuestra América, atendiendo a los triunfos electorales de la izquierda en Argentina y Bolivia, la victoria alcanzada en las pasadas elecciones parlamentarias en Venezuela; y lo que pudiéramos llamar: el despertar consciente de los pueblos bañados con la sangre de tantos imprescindibles. Desde hace algunos años se discute en la región si América Latina vivía un retroceso político al advertirse una oleada derechista que no demoró mucho en intentar barrer con los gobiernos progresistas, de izquierda, impulsores de políticas de justicia social en beneficio de los pobres de la tierra, como les llamó Martí. Se hablaba de una década perdida refiriéndose al posicionamiento de la derecha neoliberal en algunos países de la región donde se abandonaba, aparentemente, el ideal revolucionario.
Los pueblos nunca abandonan los ideales que defienden, subyace en ellos una llama que ha de prenderse en el momento en que estén dadas las condiciones. La humanidad sigue teniendo ansias de justicia y para alcanzarla hay que luchar. Si no somos capaces de comprender el momento histórico (tener sentido común, reflexivo, crítico); si nos perdemos en caminos divisorios o nos aferramos a incoherencias discursivas; nuestro actuar será nefasto en la consecución de la anhelada justicia. La izquierda tiene un gran reto: la unidad de todas sus fuerzas, la cohesión y complicidad en los planes de acción concertados, la capacidad de asimilación crítica de los hermanos de lucha (no somos absolutamente iguales, existen diferencias y ello ha de respetarse: unidad dentro de la diversidad; eso es garante de una buena estrategia).
Nuestra América clama hoy por ese viejo y necesario anhelo de los padres de la independencia, de los próceres y pensadores de la libertad, líderes de la revolución nuestroamericana: la segunda independencia. Es un ideal vivo, base del pensamiento crítico que forma o nutre el marco teórico de la lucha revolucionaria, integracionista, de liberación de los pueblos. La primera independencia quedó inconclusa y aspectos de vital importancia como la integración, la justicia e igualdad social e identidad común (desde la salvación de la memoria que impide olvidar la historia); introducen los fundamentos de la actual lucha.

Ello, con la asunción del poder político, en auge progresista de gobiernos de izquierda, esperanzadora y continuadora del ideal bolivariano y martiano; se complementa con la urgencia de alcanzar una liberación cultural frente a las venenosas garras del imperialismo. He ahí el fundamento, la primera independencia buscaba liberarnos del dominio colonial español; la segunda, en cambio aboga por vencer un colonialismo diferente, caracterizado por las grandes empresas transnacionales, el monopolio que sigue sentado como un gigante implacable, el sistema financiero internacional, el neoliberalismo y la globalización neoliberal.

La radicalidad del pensamiento martiano y su carácter revolucionario van de la mano, se conectan necesariamente en la trágica historia de las naciones latinoamericanas y con un método auténtico nos devela el misterio de aquellas, lo explica, lo corporifica adaptándolo a su tiempo y nos brinda las herramientas para entenderlo nosotros. El ensayo Nuestra América, que cumple 130 años de su publicación, contiene ideas que son medulares para la lucha que llevamos a cabo por la unidad latinoamericana, nos da pautas esenciales para un programa rector de la batalla política, ideológica y cultural de América Latina y el Caribe.

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