Cultura espiritual y civilización material

Por: Armando Hart Dávalos

Hay un tema clave, quizá en el orden práctico e inmediato el más importante: el de contrarrestar los terribles efectos que tiene el control de la información y de los medios masivos y de difusión de la cultura. Nuestros enemigos han desencadenado su ofensiva anticultural y ello nos obliga a analizar nuestras acciones en ese campo y como hacerlas más eficaces.

América Latina y el Caribe constituyen un escenario de enorme importancia para crear una plataforma de lanzamiento contra esa ofensiva. Esta región del mundo posee una historia y una vocación hacia la integración cultural y social de los pueblos y países que. Entre nosotros no existen los conflictos que enconan las relaciones entre los pueblos de otras regiones y estamos mejor preparados para enfrentar estos desafíos. Tenemos base social y popular y la fundamentación cultural para iniciar la contraofensiva hacia los que promueven el desorden y la anarquía.

Los imperialistas y sus aliados están tratando de desmontar, no ya las ideas del socialismo que tras el derrumbe de la URSS consideran acabado, sino todo el pensamiento y la cultura creada por la humanidad en milenios de historia. Están tratando de desmontar la capacidad humana de pensar, de amar y de solidarizarse con los demás.

Desde el Caribe, por donde comenzó a formarse la historia de la edad moderna, debemos desarrollar acciones en el terreno de la informática y de la cultura contra las campañas de desinformación, tergiversación y engaño que vienen llevando a cabo los sectores oligárquicos en Estados Unidos. Sugiero hacerlo con una idea expuesta por Martí cuando sentenció: «De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento».

Toda civilización clasista hasta aquí ha necesitado y necesita de la cultura y su tergiversación con el fin de cambiar sus esencias en beneficio de unos pocos. De lo que se trata en el socialismo es de exaltar la cultura en su valor esencial: La justicia, y aplicarla a escala universal.

Como han planteado con rigor científico los grandes humanistas de la historia, y lo confirman las más profundas investigaciones sociológicas y antropológicas, la explotación del hombre puede ejercerse, precisamente, por el aprovechamiento egoísta de diversas manifestaciones de la cultura a favor de minorías y en contra de la inmensa minoría. Esto pude visualizarse si analizamos el sistema mercantil a partir del fetichismo de la mercancía. Se trata de un hecho cultural, o más bien anticultural, que se produce por el escamoteo de determinados valores fundamentales de la cultura humana. Puede afirmarse que la historia de la explotación del hombre por el hombre es también la historia del engaño cultural.

En esta etapa decadente del Imperio en la que echa por la borda principios éticos y jurídicos en los que dijo sustentarse la civilización moderna nos corresponde levantar las banderas de la cultura y de los valores espirituales. Se torna apremiante la necesidad de rescatar la ética humanista universal. Frente al hecho inaudito y bárbaro de legalizar la tortura hay que respetar y exaltar en serio los derechos humanos, y el primero es el derecho que tiene la humanidad a sobrevivir. Hay que preservar el patrimonio espiritual más importante de la civilización, es decir, el hombre.

Los imperialistas tienen el arma de la civilización material: nosotros en América Latina y el Caribe tenemos la de la cultura espiritual. Y si aquella intentase aplastar la nuestra, ella misma sería aplastada, porque sin valores morales no hay civilización que perdure. Solo vencerá la humanidad cuando venza la cultura espiritual y ética: solo habrá el equilibrio entre las naciones, como aspiraba Martí cuando los términos civilización y cultura se integren armoniosamente en una sola identidad. Este es el gran sueño del Nuevo Mundo.