[…] Es cierto […] que en un tiempo entendí a Martí de distinto modo a como lo entiendo ahora. Creí, influido por su idealismo contagioso, que había redención para Cuba por el esfuerzo de todos los cubanos y que podía oponerse con éxito una quijotesca postura al avance del norte […] Ahora lo entiendo cabalmente en su significación céntrica y eterna, es decir, en aquel impulso hondo que no admite la realidad si no para transformarla. Los que aquí lo entienden de otro modo, nunca llegaron al alma última de aquel hombre grandioso. O han retrocedido al acercarse a su fuego esencial, temerosos de un peso superior a sus hombros. Martí nos hace más falta […] en su sinceridad central, en su fiera honestidad, en la sagacidad asombrosa de su pupila, en su fervor civil y en su sacrificio total.
Juan Marinello
La Habana, 1935
Carta política a Juan del Camino.
No se trata ahora de establecer comparaciones que el propio Marinello hubiera sido el primero en rechazar. Pero sí admitir que nadie ha comprendido mejor a Martí que aquellos que se sintieron convocados a proseguir su gigantesca tarea, y encontraron fuerzas suficientes para hacerlo.[…] Su caso es el del fuego en diálogo con el fuego.
Roberto Fernández Retamar
La actitud ética del intelectual marxista no puede desligarse de su compromiso político. No hay dudas de que Juan Marinello es un intelectual de reconocido prestigio universal, cuya huella ha quedado en su trascendente obra literaria y ensayística, su labor periodística, su trabajo en el campo del Derecho y de la docencia universitaria, pero la huella más amplia y definitiva como genuino escritor y revolucionario es aquella que conduce su producción cultural por cauces de legítima autoctonía y profunda lealtad a los principios políticos que rigieron permanentemente su vida.
Al hacer una defensa justísima de la labor plena y abnegada de Rubén Martínez Villena, Marinello aducía que, al cambiar su vocación artística por la política, algunos habían creído ver en su actitud cierto desdén o repudio de los marxistas por la cultura. A tal falacia, Marinello responde que “para todo marxista verdadero, la cultura, la ciencia y el arte, fueron valores esenciales sin los que no se entiende la liberación humana por la que los marxistas trabajan”.
En Juan Marinello descuella siempre el artista creador junto al consecuente revolucionario y en ello, como en otros aspectos de la creación literaria, existe una marcada influencia martiana que le abre los caminos, desde la más temprana edad, hacia el empeño militante. El rescate del ideario político-revolucionario del siglo XIX y muy especialmente del pensamiento de José Martí, ocupa un lugar prominente en el debate ideológico de la década del 40 y 50.
Inmerso en el torrente revolucionario de la primera mitad de la década del 30, Marinello plantea la necesidad de llevar a cabo no solo un estudio crítico de la obra poética de Martí, sino de todo su ideario político. Ya para entonces, Marinello comprende que en Martí el artista no es hombre distinto al político, y que la dificultad para la comprensión del Martí escritor radica precisamente en no ver esa unidad.
Al hacer un balance de aquellos postulados o tesis que se formulan en los años 30 y se mantienen como una constante a lo largo de su obra, sus ideas acerca del antimperialismo y la Revolución, así como aquellas acciones y obras que lo han hecho merecedor de ser, junto a Mella, un pionero en el rescate del legado martiano, definen su evolución político-ideológica a través de casi 20 años de ejecutoria revolucionaria como Presidente del Partido de los comunistas cubanos y como uno de sus principales teóricos.
El ejemplo de Martí está presente siempre en Marinello, en el concepto del deber, de la abnegación y del sacrificio, así como en la constancia de la lucha por alcanzar la libertad y la justicia. Martí fue para él una de las revelaciones de la conciencia histórica nacional y fiel a su ideario, ejerció su alta estatura intelectual y su fina sensibilidad artística, sinceramente ajeno a veleidades y reclamos, guiando su acción política y revolucionaria de acuerdo a los principios de la Revolución que contribuyó a levantar.
La obra de Marinello tiene una raigal inspiración en las valoraciones martianas, por ello resolvió de forma admirable la dicotomía entre la relación de cultura y la acción política, en oposición a corrientes de pensamiento reaccionario que pretendían separarlas o supeditarlas una a la otra. En 1932, había dicho desde la prisión de Isla de Pinos que “En las Antillas y Centroamérica lo político es lo vital. Y lo literario, o es parte de lo vital o solo existe para el literato, que es una manera de no existir”.