Después de haber transcurrido ciento veinte años de aquel domingo 19 de mayo, en que la fértil tierra cubana se regó con la sangre generosa del Maestro, una amplia representación de este pueblo fue a ese lugar sagrado de la zona oriental de Dos Ríos, para rendirle honor.
El objetivo actual no solo era honrar, sino también recordar a José Martí, ese hombre universal que nos legó su ideario, para que siguiéramos adelante en la batalla por la libertad de Cuba.
Desde la memorable fecha, en que con luz propia entró en la inmortalidad, para brillar en ella desde entonces y para todos los tiempos, han pasado 28 lustros que coincidentemente se igualan a los 28 días transcurridos en aquel primer mes del año 1853, cuando el Apóstol llegó a la vida.
Como una premonición, el 18 de mayo de 1895, pocas horas antes de su caída en combate, José Martí escribió una extensa carta a su amigo mexicano Manuel Mercado, a quien consideraba como su “hermano queridísimo”, en la que le decía: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber”.
Luego señalaba el Apóstol: “Solo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Se desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento”. Tal como dijo entonces, así fue.
El más grande pensador de su tiempo supo desaparecer, pero no sucedió igual con su ideario que se mantiene presente, tal como demostraron en 1953 los jóvenes integrantes de la Generación del Centenario Martiano, quienes asumieron sus enseñanzas y para honrarlo dieron su vida, en lucha frontal contra la dictadura del tirano Fulgencio Batista.