Guatemala 8 de marzo.–[1878]
Hermano Mercado.–
Hoy estoy tranquilo, gracias a mi Carmen:– no sé si mañana estaré triste, gracias a la vida: por eso le escribo hoy, aunque no es día de correo.–Tengo ya recibida gran parte del libro, y de él me asombra–no que haya salido con algunas erratas, sino que haya salido con tan pocas:–el cariño de V. penetró–mi espíritu, y lo vio a través de mi escritura incomprensible. Quien no supiera quererme no hubiera sabido leer así.–Entiendo que ese libro me será aquí de verdadera utilidad: servirá de arma a los que me tienen cariño contra aquellos para quienes soy, a pesar de mi oscuro silencio, una amenaza o un estorbo.–Tengo decidido, cuando pague mis deudas, irme de aquí.–Si tuviera medios de cultivar la tierra, no: me encerraría en ella. Pienso seriamente en que V. eche unos cuantos años a la espalda sus arreos políticos, y con sus buenos amigos morelianos, se arregle una finquita de café, allá como aquí riqueza segura: ¿acaso, por inesperado, le parece a V. raro el pensamiento? En los países elementales, en la esfera intelectual, es muy difícil la vida de los hombres virtuosos.–V. es aún joven; visto de cerca, crecería V. mucho ante sus paisanos; en años breves, sin mengua de su reputación, ni de su envidiable cultura, tendría V. una cómoda5 independencia, y sus hijos un seguro haber.–Pediré ayuda a Lola.– En cuanto a mí, le juro que, a poder hacerlo, me encerraría a arar la soledad, acompañado de mi mujer, de mis pensamientos, de libros y papeles.–Apreste, pues, los aperos de labor, y deme pronto el gusto de enviarme unos cuantos granos de su café.–Si saberlo tomar fuera saberlo cultivar, V. y yo seríamos excelentes cafetaleros.–Lo raro no es que se nos ocurran estas cosas: lo raro es que se nos ocurra dejar de hacerlas.–
En el folletín de La Patria, que el leal Curtis me envía–con lo que hace bien porque estas devociones sencillas me consuelan de grandes dolores–he visto la un tanto estrambótica biografía que precede a los versos de Peón.– Un dómine no debe abrir la puerta del templo alegre de Diana y los Amores. Por ahí hay una «potencia virtual psicológica», y unos cuantos extravagantes kantismos, incapaces de dar cabal ideal del extraordinario talento de Peón.–Peón ha hecho mal no dejando escribir a V. el prólogo de sus versos.–Un poco incómodo estoy con él, porque anda batiendo las alas fuera de su nido, como si un poeta-ángel se hubiera hecho para ser un calavera juguetón.–Azcárate, disculpando demasiado elocuentemente, con su gran alma equivocada, sus errores,–ha hecho caer en ellos a su amigo.–A los grandes poetas, no es necesario sentir desastrosas pasiones: les basta imaginarlas.–
He visto también, con mucha pena, en las dos últimas amorosas cartas de V., una rapidez que revela preocupación de espíritu.–O ¿acaso con mi viaje desmerecí yo ante Vd.?–Pienso en sus problemas con igual insistencia que en los míos, y me entrometo sin cesar en buscar–acá en mis inútiles adentros–prontas soluciones salvadoras.–En lo que pudiera interesar a V., hay aquí una atmósfera muy fría.–El caballero que aquí hallé habla ya sin embozo de su total desfallecimiento en este asunto. ¡Qué grandes ocasiones, infantilmente desperdiciadas!–Asombra aquí la fe de Vd. Los que la admiran, no saben imitarla. Afortunadamente, se salvará el ejemplo, porque yo escribiré su biografía.–El cafetal me seduce; y pienso que debe V. llenar de esta clase de pensamientos, durante algunas noches, su almohada.–
Aquí le envío una carta para Sarre: he pensado con angustia en esto. Fue necesario creer, como sucedió, que no me alcanzaba ¡quién lo diría! el dinero para llegar hasta Acapulco. A no ser por la letra de Uriarte,5 a la cual no quería yo acudir, y de cuya posesión no estuve seguro hasta últimas horas de la noche del 5, no hubiera yo dejado sin pagar esa cuenta.–Afortunadamente, tiene V., y tengo yo, natural excusa con que no hay giros establecidos entre México y Guatemala. Que Sarre entienda bien que esto es cosa exclusivamente mía:–yo estoy ahora verdaderamente ahogado, pero pienso que me desahogaré de aquí a tres meses.–La verdad es que la fortuna, al echarme a la mar, puso a mi pobre barco velas negras.–Este carácter mío es un fiero enemigo; pero aunque para el diario vivir me traiga penas, yo quiero más vivir después que vivir ahora.–Carmen me perdona. En mi casa no me lo han querido perdonar.–
Estoy seguro de que Manuel Ocaranza no se ha puesto aún en contacto con ninguna casa de New York.–Él debía pintar, empaquetar, e irse.–Allí, pintando indios, y sus encantadoras ligerezas, haría provisión para el invierno.–Otras cosas, como el retrato de Thiers y el cráneo, merecerían ir a París.–Le cedo para siempre el retrato de Ana, porque creo que merece tenerlo.–¡Ay! ¡desgraciadamente es verdad que los que se mueren no se vuelven a ver! ¡Quién ha de llevar, en interminable libro de cuentas, tantas vidas de hombres! Le ruego que pregunte en El Federalista qué he hecho yo para merecer tanto desvío.–Yo pienso enviarles alimento para algunas columnas, y haría con gusto desde aquí lo que me pidiesen.–Correspondencias no hago, porque los hechos son escasos, y las apreciaciones peligrosas.–Pero enviaré pronto, por lo menos, un artículo sobre Manuel, y otro sobre mi maestro inolvidable, que a mi lado tengo sentado desde que murió, Anselmo Suárez y Romero.–Ha muerto el pobre cisne viejo; pero cantó muchas veces antes de morir.–Todo esto viene a que en El Federalista me disculpen mi pobreza, y me envíen el periódico.–Me lo mandan los extraños y ¿no me lo mandarán los míos?
Yo también tengo una verdadera pena en no haber podido abrazar a Alfredo Torroella. Tengo por él una de esas amistades intuitivas que reemplazan a las amistades viejas,–y lo veo como si de muy antiguo hubiéramos tenido cariñosas relaciones. Es un gran cuerpo lleno de una gran alma. Uno de los próximos correos le llevará una carta mía.
Aquí están ya Covarrubias y Manuel Díaz: anteayer los vi en el paseo, con el mismo placer con que los habría visto si fuesen cubanos.–Hoy voy a hacerles visita. Creo yo que retiran a Uriarte, y que irá a sucederle Lorenzo Montúfar, abdomenudo y entonado ministro hoy de Instrucción Pública. Mientras más de cerca toco las cosas políticas, más repugnancia me inspiran. Montúfar ha contribuido a desacreditar a Uriarte porque desea ocupar su lugar.–Yo lo siento, porque Uriarte me hizo bien, y pude decidir con mis informes la suspensión de las cartas de retiro que se le habían enviado.–Pero comprendo que ya todo esfuerzo es inútil, y creo que muy pronto le enviarán por fin las decisivas.
Aquí acabo. No sé cómo darle gracias por el supremo esfuerzo que ha hecho V. traduciendo mi libro.–V. me pide dedicatoria, pero mi dedicatoria a V. sería mayor que el libro entero,–porque, aunque parezca mentira, una vida como la suya se presta más a comentarios que un país como este.–
Carmen y yo recordábamos anoche nuestro perfumado almuerzo en el Tívoli de San Cosme; en nombre de aquel día, y en el de todos los días, enviamos a Lola memorias muy cariñosas.–
Sin las dificultades de establecimiento–por mezquinas, grandes–que aquí me esperaban, no me hubiera yo olvidado de enviar el debido prólogo al libro de Manuel.–Realmente será un libro bello y pintoresco: alma sana, pintando la Naturaleza hermosa con vivos colores.
Dé un abrazo de hombre a Manuelito; bese a sus ejemplares criaturas, funde un cafetal, y quiera mucho a su hermano
J. MARTÍ