El pensamiento descolonizador de José Martí, una alternativa para el mundo de hoy

La primera condición sine qua non para la existencia de un pensamiento descolonizador es la plena conciencia de la valía, de la autenticidad de la cultura propia, y de las diferencias respecto a otras culturas. Desde muy temprano, con apenas 18 años, Martí dio muestras de tener muy claro la especificidad de nuestros pueblos, frente a la otra América:

Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento.-Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad. Y si hay esta diferencia de organización, de vida, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa, y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que sólo puede llamarse corazón cubano, ¡cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan?

Imitemos. No!-Copiemos. No! – Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos.-Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes?

Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. Maldita sea la prosperidad a tanta costa! [1]

Y esto lo dice alguien que aún no ha visitado los Estados Unidos, y que el único conocimiento que tiene de ese país proviene de referencias o lecturas.

Esa mentalidad descolonizadora y libertaria tiene entre sus muestras más tempranas la preocupación por la libertad de espíritu, que viene, en su criterio, de la cultura, del afán de superación de cada individuo. En uno de sus textos más citados y comentados sobre asuntos educativos, “Maestros ambulantes”, dice:

“Ser bueno es el único modo de ser dichoso.
Ser culto es el único modo de ser libre.
Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.” [2]

 

Y a seguidas da su criterio respecto a la prosperidad, que no se obtiene fácilmente, sino de la interacción difícil y constante, por lo arduo del trabajo, del hombre con la naturaleza. La única fuente de prosperidad que aprueba es esa, la del trabajo honrado. Es preciso detenerse en su concepto personal de prosperidad, que significa posesión de aquello que basta a la comodidad y a la satisfacción de las necesidades materiales, nunca es sinónimo de lo ostentoso o lo superfluo. Visto así, es contrario a lo que la mayoría entiende como tal, sobre todo en nuestros días, pues el consumismo demencial lo iguala con la opulencia de unos pocos, lo que quiere decir miseria de las grandes masas desposeídas, y un abismo de desigualdades cada vez más brutal.

 

Esa intención descolonizadora tiene otros puntos culminantes, como La Edad de Oro, que no es una mera revista de entretenimiento para niños y jóvenes, sino un proyecto cultural de grandes proporciones y contenido emancipatorio. Estaba dirigida a esos infantes de 1889, que serían los adultos del siglo XX, y a los que aspiraba a formar como ciudadanos cultos, capaces de conducir con originalidad y sabiduría el destino de sus respectivos países. Una revista donde se aúnan sabiamente lo americano y lo universal, la vocación ética y la hondura reflexiva, el amor a la patria y a nuestros semejantes. No debe perderse de vista que en el mismo primer número aparecen “La Ilíada, de Homero” y “Tres héroes”, de manera que la épica clásica y la de nuestra historia continental alimentan simultáneamente la vocación heroica de los pequeños lectores.

De ese mismo año, aunque algo anterior, es su carta al director de The Evening Post, fechada en Nueva York, y publicada el 25 de marzo de ese año, que ha pasado a la historia como “Vindicación de Cuba”. Con ella respondía a los artículos “¿Queremos a Cuba?”, aparecido en The Manufacturer, de Filadelfia, el día 16, y «Una opinión proteccionista sobre la anexión de Cuba», publicado el 21 en el periódico neoyorquino, en el cual este se hacía eco de las ideas anticubanas, profundamente irrespetuosas y racistas, expresadas en el anterior. Lo sorprendente es que ambos periódicos, adversarios entre sí, el primero vocero del proteccionismo, el segundo del librecambismo, estaban totalmente de acuerdo respecto a la supuesta inferioridad de los cubanos.

Realmente con “Vindicación…” Martí desmontó una campaña mediática, para decirlo en términos contemporáneos, que mal ocultaba la fabricación de un pretexto para intervenir en Cuba. Esos criterios sobre las supuestas “pereza”, “inutilidad”, “cobardía”, “incapacidad cívica”, de los cubanos, encubrían apetitos anexionistas de larga data, pues no es secreto para nadie que desde los mismos albores de los Estados Unidos como nación independiente existía el propósito declarado en muchos de sus prohombres de hacerse de la Isla a toda costa. [3]

Y junto con la aparición de esta respuesta a la injuria, basada en argumentos sólidos, expresó más de una vez su intención de publicar un periódico en inglés, para hacer llegar al lector estadounidense nuestras verdades y contrarrestar las tendencias anexionistas, idea que no pudo materializar por falta de medios económicos.

Cuando le escribe a su amigo mexicano Manuel Mercado sobre este asunto, expresa ideas que pueden ser asumidas como lecciones de práctica política, a la vez que manifiesta su plena conciencia de la importancia de este texto dentro de su labor de alerta a Nuestra América:

En las cosas de nuestra tierra se me ha calmado un poco el dolor, por el júbilo con que acogen mis paisanos la defensa de nuestro país que escribí, en la lengua picuda, de un arranque de pena: y parece que impuso respeto. Se la mando, para que Manuel se la traduzca. Este incidente viene a ayudarme para la publicación de mi periódico, que por poco que cueste, me ha de costar mucho más de lo que tengo. Con que se pague ¿qué me importa el trabajo, si es por nuestras tierras? Lo que quiero es demostrar que somos pueblos buenos, laboriosos y capaces. A cada ofensa, una respuesta, del tipo de la que le mando, y más eficaz por su moderación. A cada aserción falsa sobre nuestros países, la corrección al pie. A cada defecto, justo en apariencia, que se nos eche en cara, la explicación histórica que lo excusa, y la prueba de la capacidad de remediarlo. Sin defender, no sé vivir. Me parecería que cometía una culpa, y que faltaba a mi deber, si no pudiese realizar este pensamiento. [4]

Por lo tanto, este proyecto martiano de pasar a la contraofensiva en el terreno comunicativo del enemigo, utilizando su propia lengua y códigos culturales con inteligencia y moderación, es de una actualidad y necesidad sorprendentes, práctica que debe ser explotada con la sabiduría y sistematicidad que merecen.

En el último trimestre de 1889 se desarrollaría la Conferencia panamericana, o Congreso de Washington, como también se le conoce. El mismo se extendió hasta avanzado el 1890, y Martí escribió una serie de crónicas formidables sobre el cónclave continental, además de otros textos de diferente naturaleza, entre los que hay que destacar su discurso de homenaje a José María Heredia, pronunciado en Hardman Hall, Nueva York, el 30 de noviembre de 1889 y luego impreso en forma de folleto y distribuido entre los delegados. [5] Era este un modo de contrarrestar la estrategia de deslumbramiento montada por los anfitriones, a la vez que por el lado afectivo vinculaba a los delegados con Heredia, con el cual compartían comunidad de orígenes. Así se sentirían orgullosos del bardo del Niágara, que en nuestra lengua cantó al portento como no lo ha hecho hasta hoy ningún anglosajón.

Sin duda alguna, otro de los documentos imprescindibles al respecto es su discurso conocido como “Madre América”, pronunciado el 19 de diciembre de 1889, en la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York, en la velada de homenaje a los delegados de nuestros países.

En su afán por convencer a los diplomáticos de Nuestra América de la “indiscutible superioridad” estadounidense, James G. Blaine, Secretario de estado del presidente Benjamín Harrison, y artífice de esa maniobra colonizadora, diseñó una estrategia de seducción y presión, que se inició con una gira por todo el país, en un tren de lujo, para que se visitara todo lo digno de verse, desde las Cataratas del Niágara, hasta los altos hornos de Pensilvania, sin olvidar grandes ciudades, como Nueva York, universidades, museos, etc. Con ello se pretendía afianzar un sentimiento de asombro, de admiración desmedida hacia Estados Unidos, a la vez que se fortalecía la convicción de la inferioridad propia en los visitantes, algo que Martí pudo constatar in situ por su trato directo con ellos y por la antigua amistad con más de uno, e influir positivamente en sus cambios de actitud. [6] De ese modo el colonizador daba un primer paso, imprescindible para el éxito de sus objetivos a mediano plazo: sojuzgar el intelecto y el sentimiento, pero el emigrado subalterno, desde su exilio vigilante, trazaba sus propios planes defensivos, cuya validez alcanza desde el entorno inmediato de su momento histórico hasta nuestros días.

Ello explica el afán de Martí en ese discurso memorable por analizar en paralelo las dos Américas, la de Lincoln y la de Juárez, de manera que las causas históricas expuestas con singular vuelo poético ilustran por sí mismas las diferencias en los niveles de desarrollo de ambos territorios, y desmotan minuciosamente la falacia de la supuesta inferioridad de los pueblos del Sur.

La alusión a los residentes en los Estados Unidos tiene lugar en dos ocasiones. En la primera, se centra en los motivos personales de los individuos, totalmente legítimos. En la segunda, luego del deslumbrante recorrido histórico, en el que destaca las condiciones arduas en que se forjó nuestra América, apela, siempre apoyándose en mecanismos afectivos, a la responsabilidad ciudadana que implica vivir allí. Prestan también un servicio inestimable a la patria grande quienes se sientan orgullosos de ella: no vivirían nunca en el Norte “[…] como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y capacidad de contribuir a que se la estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios.[…] En vano […] nos convida este país con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobardías el corazón, a la tibieza y el olvido”. [7]

Este discurso ha sido leído y entendido en más de una ocasión como una suerte de pórtico de “Nuestra América,” el formidable ensayo, definidor de nuestras esencias, publicado en La Revista Ilustrada, de Nueva York, el 1 de enero de 1891, y replicado por El Partido Liberal, de México, el 31 de ese mismo mes. Es sabido que el objetivo primordial de ese texto se centra en la definición culturológica de lo americano, a la vez que trazaba, desde la autoctonía, los nexos con la universalidad. Sentaba las bases de la soberanía continental en todas las esferas, a tal punto que expresaba la necesidad de un arte de gobierno propio, que habría que trabajar y perfeccionar desde dentro, si queríamos ser verdaderamente independientes, puesto que la colonia había continuado viviendo en la república: ésta debía luchar contra aquella y vencerla. [8]

 

No se trataba sólo de haber conseguido la independencia política y económica de la antigua metrópoli, si bien este era el primer paso, indispensable para toda la oleada de transformaciones subsiguientes. El problema mayor a enfrentar era la descolonización mental, espiritual, cuyo proceso era mucho más lento y difícil que la propia batalla bélica. El cambio de mentalidad, la eliminación de esquemas ideológicos y de patrones culturales es más arduo que transformar la economía y demoler las estructuras legales y las ataduras políticas y militares derrotadas. Por eso, rebasado ya el medio siglo de independencia en el continente, las rémoras de la colonia continuaban interfiriendo en el desarrollo ulterior de nuestros países. Aunque pueda parecer exagerado, a más de 130 años del aserto martiano, y envueltas en disfraces “neo”, ese mismo lastre de devoción por el antiguo amo, o por el nuevo amo disimulado, es el que propicia el menosprecio de lo propio y la mirada hacia el Norte. Este se presenta de manera creciente en el imaginario continental, a merced, cada vez más, de la guerra cultural y del poder de los grandes medios de comunicación, como la Tierra prometida que no es. Esas influencias nefastas, unidas a las terribles desigualdades, crisis económica, escaladas de violencia, son las propiciadoras de las oleadas migratorias sucesivas, en busca de un ideal de felicidad basado únicamente en el disfrute de lo material, en el vivir el ahora, en la banalidad y el lujo.

La globalización neoliberal ha extendido por el planeta costumbres, festividades, modos de hacer y decir de los poderosos, que con su apariencia inofensiva y divertida pretenden imponer patrones de comportamiento e íconos culturales y simbólicos en los más diversos territorios. Lo que es tradición arraigada en Cuba no tiene por qué serlo en Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, y viceversa, pero la cultura de los centros de poder con su afán hegemónico termina imponiéndose y la resignación y aceptación fatalistas no son las soluciones.

Muchas páginas de crónica dedicó Martí a escribir sobre las celebraciones tradicionales en los Estados Unidos, pues para conocer a profundidad a un pueblo, hay que ahondar en esas prácticas de la cultura popular. De este modo, son varias las dedicadas al Día de acción de gracias, al Christmas del norte, y sus diferencias respecto a las navidades de raigambre católica e hispana que se celebraban en nuestra América, al Decoration Day, ese día en que son recordados los muertos, principalmente aquellos que tuvieron una vida heroica, de servicio a la Patria.

Desde hace algunos años el Halloween, que nada tiene que ver con nosotros, se ha comenzado a celebrar en la Isla, y cada vez gana más adeptos entre la población joven. En ello puede haber ingenuidad, imitación de lo que se ve en el cine y sobre todo desconocimiento, pero lo que sí resulta indignante e inconcebible es que en nuestro país, con o sin intención, se legitimen disfraces del tristemente célebre ku-klux-klan, que con sus actos violentos ha aterrorizado a toda la población negra estadounidense durante más de un siglo. Desde su fundación en 1865, recién terminada la Guerra de Secesión, esta organización ha impuesto la ideología fascista de los supremacistas blancos y ha dejado tras sí una estela de infamia y dolor. Entre sus prácticas habituales desde entonces hasta hoy están los linchamientos, algo que Martí criticó duramente más de una vez a lo largo de toda su obra.

 

En 1894 publicó en Patria su artículo “La verdad sobre los Estados Unidos”. Con él inauguraba la sección “Apuntes sobre los Estados Unidos”, la cual apareció por primera vez en el no. 105, del 31 de marzo de ese año. En ella se publicaban traducciones de noticias procedentes de la prensa estadounidense, en las que se hablaba de hechos violentos en diversos estados de la Unión. Se destacan un secuestro y un motín en medio de elecciones para instancias territoriales de gobierno; muertos por disparos en una pelea entre dos facciones de republicanos en un distrito electoral; disturbios callejeros; el asalto al ayuntamiento en la ciudad de Denver, Colorado, por el ejército, entre otras nuevas sorprendentes. Sobresale en este número el linchamiento de un joven negro, acusado de asesinato, que esperaba el juicio en una cárcel de Pennsylvania. Se publica además el grabado, en cuyo pie reza, para mayor horror, que un niño preparó la horca.

Todo ello da fe de su labor de alerta a nuestra América, y de su denuncia del racismo entre los rasgos sociales estadounidense que no deben ser imitados. Con esa labor vigilante desmitificaba al coloso vecino, que no era modelo a seguir en las repúblicas nuestramericanas y cuyo modo de vida no debíamos imitar jamás.

Al mismo tiempo, el ensayo “Nuestra América” desmontaba la dicotomía civilización vs. barbarie, que justificaba el racismo decimonónico y preparaba el terreno para toda la oleada colonizadora posterior. [9]

No obstante, quiero hacer una suerte de viaje a la semilla sobre este asunto, porque hay un texto muy anterior en el que Martí adelanta consideraciones que es muy necesario tener en cuenta. Una de las muestras más elocuentes del pensamiento descolonizador de José Martí es esta afirmación, procedente de un texto aún más temprano y de menor vuelo, titulado “Una distribución de diplomas en un colegio de los Estados Unidos”, aparecido en La América, Nueva York, en 1884. Diría allí:

[…]la civilización, que es el nombre vulgar con que corre el estado actual del hombre europeo, tiene derecho natural de apoderarse de la tierra ajena perteneciente a la barbarie, que es el nombre que los que desean la tierra ajena dan al estado actual de todo hombre que no es de Europa o de la América europea: como si cabeza por cabeza, y corazón por corazón, valiera más un estrujador de irlandeses o un cañoneador de cipayos, que uno de esos prudentes, amorosos y desinteresados árabes que sin escarmentar por la derrota o amilanarse ante el número, defienden la tierra patria, con la esperanza en Alá, en cada mano una lanza y una pistola entre los dientes. [10]

 

Es de notar entonces que el pensamiento descolonizador y antiimperialista de José Martí va dirigido no sólo contra los Estados Unidos. Rechaza, obviamente, toda forma de colonización y dominación, en lo cual se incluye también a las potencias europeas, especialmente al entonces aún poderoso Imperio Británico, que ejerció la práctica atroz del cañoneo para reprimir la rebelión de los cipayos en su dominio colonial en la India, a la vez que oprimía cruelmente a sus vecinos irlandeses. Y es además muy interesante la sutil ironía empleada para deslegitimar la supuesta superioridad del blanco opresor y “civilizado”, pues sus prácticas bárbaras lo convierten en digno acreedor de esos dos sustantivos, formidables por su fuerza expresiva y capacidad de denuncia: “estrujador”, “cañoneador”.

Cuando le cuenta a su amigo Manuel Mercado sobre el discurso conocido como “Madre América”, que pronunciara ante los representantes de nuestras repúblicas, dice: “[…]—y era mi objeto, porque veo y sé, dejar oír en esta tierra, harta de lisonjas que desprecia, y no merece, una voz que no tiembla ni pide. —Y llamar la atención sobre la política de intriga y división que acá se sigue, con daño general de nuestra América […]. Nadie me lo ve tal vez, ni me lo recompensa; pero tengo gozo en ver que mi vigilancia, tenaz y prudente, no está siendo perdida […]. Pero mientras viva, velo. Quiero libre a mi tierra y a mi América libre”. [11]

Estas confesiones, escritas al amigo entrañable, demuestran cuán hondamente habían arraigado en él estas ideas descolonizadoras. No era sólo una cuestión de naturaleza política, iban mucho más allá: pasaban por el sacrificio personal, la incomprensión de allegados y familiares, la angustia íntima de quién acometió esa labor de prevención a sabiendas de la magnitud del peligro y de la labor insidiosa del enemigo. Todo ello habla a favor de la extraordinaria talla humana de Martí y de su probidad como líder, acorazado en su sentido del deber.

Además, aun comprendiendo nuestra situación desventajosa, y tal vez por eso mismo, nunca perdió la objetividad al evaluar al ávido vecino, y consideró injusto caer en sus mismas actitudes racistas y xenófobas, de menosprecio por los demás:

Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la Historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. [12]

Esa objetividad le permitía evaluar con toda justicia el destino futuro de las dos Américas, y el de la nuestra debía regirse bajo el signo de la alerta y la previsión permanentes: «¿Se debe gruñir, regatear, porque un pueblo tan grande vigile por sus intereses? No: pero se debe vigilar,—porque al defender los suyos no viole los ajenos, y no construya su política como ha construido su riqueza —sobre las ruinas de tantos”. [13]

Sin duda alguna, el pensamiento descolonizador de José Martí, tanto por su contenido teórico, como por el ejemplo de civismo y eticidad, sigue siendo una alternativa para enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo. Sobre esas bases, con creatividad, realismo y visión de futuro, se pueden hallar soluciones viables a muchos de los grandes problemas del aquí y el ahora.

No se trata de asumir como catecismo o receta mágica la palabra martiana, una tentación difícil de eludir cuando su verbo magnífico nos cautiva el oído, la razón y el sentimiento. Se trata de motivar la reflexión profunda en torno a ese legado, que si bien pertenece al siglo XIX, mantiene toda su vigencia, no sólo por sus valores intrínsecos, sino porque muchos de los problemas medulares tratados por Martí continúan insolubles, y ello no significa negar las transformaciones culturales, en el amplio sentido del término, acontecidas en el siglo XX y lo que va de XXI.

 

Urge estudiar con sentido crítico nuestras realidades nacionales y también el todo continental; trazar estrategias de enseñanza de nuestra historia y de nuestra literatura desde dentro, desde nuestras verdades, pero con vocación universal; proteger la memoria histórica de saqueos y distorsiones interesados; continuar incidiendo en la esfera de la comunicación con medios propios, y ampliar su alcance estratégico; plantearnos, desde las diferentes disciplinas de las Ciencias sociales, interrogantes que nos ayuden a definir qué podemos hacer en aras de una Humanidad mejor, más justa, más equitativa, y qué podemos aportar a ella desde Nuestra América.

Por último, y no en último lugar, creo indispensable continuar perfeccionando las estrategias de difusión de la vida y la obra de Martí. Hay que barrer con las visiones esquemáticas, las citas descontextualizadas que no consignan las fuentes, las manipulaciones de su palabra para legitimar fines espurios, entre otros muchos males. [14]

Es preciso sobre todo, llegar con su obra a los lectores, como fue práctica habitual del propio Martí, con argumentos y con afectos, a la razón y al corazón. Sólo así calará hondo y rendirá frutos perdurables su pensamiento descolonizador. Si estas notas fugaces consiguen motivar futuras inquisiciones, y sobre todo, despiertan iniciativas transformadoras a nivel sociocultural, habrán cumplido sus propósitos iniciales, pues solo pretenden abrir y prolongar un diálogo útil y reflexivo.

Notas:

[1] JM, OC, t. 21, p. 15-16.

[2] JM: OC, t. 8, p. 289.

[3] Sobre opiniones racistas respecto a los mexicanos véase JM: “La república Argentina en los Estados Unidos. Un artículo del Harper’s Monthly”, OC, t. 7, p. 330. Hablando de los periódicos norteamericanos y sus opiniones sobre nuestros países escribe: “[…] antes bien, nos estudian e historian a meras ojeadas, y con mal humor visible, como noble apurado que se ve en el aprieto de pedir un favor a quien no mira como igual suyo. Así es que, siendo en verdad admirables la mayor parte de los pueblos de nuestra América por haber subido, entre obstáculos mortales a su condición presente, de los más oscuros y opuestos orígenes, no pasa día sin que estos diarios ignorantes y desdeñosos nos traten de pueblecillos sin trascendencia, de naciones de sainete, de republicuelas sin ciencia ni alcance, de “pueblos de piernas pobres”-como decía ayer Charles Dudley Warner hablando de México,-“¡escoria de una civilización degenerada, sin virilidad y sin propósito!”

[4] JM: Correspondencia a Manuel Mercado, compilación y notas de Pedro Pablo Rodríguez y Marisela del Pino, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003. p. 299.

[5] Sobre ese particular, véase de Marlene Vázquez Pérez: La vigilia perpetua: Martí en Nueva York, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2017, pp. 64-67.

[6] Su influencia sobre los delegados latinoamericanos fue crucial, pues existían lazos previos de amistad y colaboración con algunos, como el venezolano Nicanor Bolet Peraza, a quien califica de “Blainista confeso” (Véase Carta a Gonzalo de Quesada. En José Martí, Epistolario (Compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla), Ciencias Sociales, La Habana, 1993, t. II, XCVIII, p. 170) Probablemente se refiere a él en las líneas siguientes: “Ahora me convenzo, —dijo en la mesa del adiós un yanquiniano convertido, — de que me he pasado los años cazando mariposas.” Véase: José Martí. “Congreso de Washington. La última sesión.” OC, t. 6, p. 101.

[7] JM: Discurso pronunciado en la velada artístico‑literaria de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, el 19 de diciembre de 1889, OC, t. 6, p. 140. Cursivas de la autora, MVP.

[8] Véase JM: Nuestra América, OC, t. 6, p. 19.

[9] Véase al respecto Marlene Vázquez Pérez: Ni siervos futuros ni aldeanos deslumbrados: diálogo, descolonización y antirracismo en “Nuestra América”, de José Martí. En: De surtidor y forja: la escritura de José Martí como proceso cultural, Centro de Estudios Martianos, CIALC, UNAM,  2016, pp. 77-120.

[10] JM: “Una distribución de diplomas en un colegio de los Estados Unidos”, OC, t. 8, p. 442.

[11] JM: Carta a Manuel Mercado. En Correspondencia a Manuel Mercado, Edic. Cit., p. 328.

Sobre la repercusión en Nueva York del discurso martiano, y la manipulación de su contenido con afán de desacreditar a José Martí, véase el artículo de Jacques Bonaldi “¡Cuando Madre América levantaba ronchas!”, disponible en: http://www.josemarti.cu/dossier/cuando-madre-america-levantaba-ronchas/ (Consultado el 9 de agosto de 2022)

[12] JM: “Nuestra América”, OC, t. 6, pp. 22-23.

[13] OC, t. 22, p.95.

[14] Véase de Marlene Vázquez Pérez “¿Cómo comunicar la vida y la obra de José Martí?” Disponible en: https://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2021/07/como-comunicar-la-vida-y-obra-de-jose-marti/

Tomado de: https://sembrarideas.wordpress.com/