San Pablo: el Colegio de Mendive y Martí
Por: Lic. Jorge Juan Lozano Ros

La filosofía electiva cubana se gestó y se desarrolló por vía de la docencia durante varias generaciones. En un proceso de continuidad, excelentes alumnos se convirtieron en magníficos profesores. En esta decisiva esfera del surgimiento y consolidación de nuestra identidad nacional y cultural, son paradigmáticas tres instituciones docentes: el Seminario San Carlos, con José Agustín Caballero y Félix Varela; el Colegio El Salvador, de José de la Luz y Caballero, y el Colegio San Pablo, de Rafael María de Mendive, fragua de espíritu de nuestro José Martí.

El antecedente directo de la famosa institución lo fue la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones inaugurada el 19 de marzo de 1865, cuyo director fundador fue Mendive. Obtuvo ese cargo mediante ejercicios de oposición y su designación fue censurada por funcionarios y maestros españoles. Sin embargo, tuvo el apoyo de varios Vocales de la Junta Local de Instrucción Pública: Nicolás Azcárate, Ramón Zambrana, José María de la Torre y Vicente Martínez Ibor, este último, el futuro creador del Liceo Cubano de Tampa.

El 5 de abril de aquel año, viudo y con varios hijos, Mendive contrajo nupcias con la joven Micaela Nin. Una casa alquilada en Prado no. 88, esquina con Ánimas, acogería a la nueva escuela en su planta alta y a la nueva familia en su planta baja. El ayuntamiento habanero, como forma de coerción por sus ideas avanzadas, le abonaba con mucho retraso a Mendive su sueldo anual de tres mil pesos. Por esa necesidad económica se vio obligado a establecer un colegio privado. Es por esa razón que ambas instituciones coexistieron en el tiempo, en la misma edificación y bajo una misma dirección.

La vida del Colegio San Pablo se desplegó durante 18 meses, entre el 30 de septiembre de 1867 y el 23 de marzo de 1869. Estaba incorporado al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Era un plantel de primera categoría conferida por la Junta de Instrucción Pública. Al ser una escuela privada poseía la libertad de cátedra necesaria para explicar los nuevos valores de la filosofía cubana respetando los programas y planes de estudios establecidos oficialmente para el bachillerato. Según el reglamento redactado por Mendive: “los profesores adoptarían en su enseñanza los métodos y sistemas señalados por el Director”.

Para matricular se debía presentar la fe de bautismo y la certificación de vacunación; se desechaba el degradante aval de “limpieza de sangre”. La cuota que se abonaba por estudiante era la de ocho pesos y cuatro reales al mes con independencia de que los padres de familia o tutores estaban obligados al pago de los derechos de matrícula y examen en el Instituto de La Habana. Mendive acogió a Martí en el colegio, de la misma forma que a los hijos de su primer matrimonio. Incluso en el mismo reglamento se establecía la condición de “pupilo”, únicamente utilizada con Martí cuando en 1868 vivía en Prado no. 88.

El Claustro de Profesores, además del Director, estaba compuesto por once intelectuales: Anselmo Suárez Romero (1818-1878), fecundo escritor, autor de la novela Francisco, de repercusión abolicionista; José Ignacio Rodríguez Hernández (1831-1907), profesor del Colegio El Salvador, que devino anexionista como funcionario gubernamental de los Estados Unidos; Antonio Zambrana Vázquez (1846-1922), abogado independentista, futuro constituyente en Guáimaro, quien fuera alumno del Colegio El Salvador; Joaquín Fabián de Aenlle Monjiotti (1825-1869), Decano interino en la Universidad, contacto de Perucho Figueredo en La Habana, donde fue asesinado en 1869; Juan Vilaró Díaz (1838-1904), revolucionario independentista y profesor ayudante de Poey en la Universidad de La Habana; Manuel Sellén Bracho (1841-1874), segundo ayudante de Mendive en la Escuela Municipal de Varones y codirector del periódico obrero La Aurora; Jesús Benigno Gálvez Alfonso (1838-1894), profesor de la Universidad de La Habana, quien fuera alumno del Colegio El Salvador; José Mariano Rodríguez, sacerdote católico; José Ramón Cabello; José Álamo Millet y Adolfo Gallet Duplesis.

De puño y letra de Martí se conserva la relación de alumnos por asignaturas, autenticada por Mendive con su firma autógrafa en el Castillo del Príncipe el 23 de marzo de 1869. Ese documento nos permite conocer la composición completa del colegio en esa fecha. Tenía una matrícula de 38 alumnos, organizados en los cinco años que componían la segunda enseñanza (la matricula inicial había sido solo de once estudiantes). El primer año contaba con 15 alumnos, el segundo tenía 7 estudiantes, el tercer año lo cursaban 4 educandos, entre ellos Martí. El cuarto año estaba compuesto por 7 escolares, entre ellos Fermín Valdés Domínguez, y el quinto año por 5 colegiales, dos de ellos hijos de Mendive de su primer matrimonio, José y Alfredo, ambos jóvenes patriotas. El mayor grupo de estudios lo componían los alumnos de primer año. Los idiomas inglés y francés tenían un solo estudiante cada uno. Se impartían dieciséis asignaturas. En el primer año: Gramática castellana y latina; Principios y ejercicios de Aritmética; Doctrina cristiana e Historia sagrada.

En el segundo año se dictaban clases de: Gramática castellana y latina; Principios y ejercicios de Geometría y Nociones de Geografía descriptiva. El tercer año lo conformaban las asignaturas de: Elementos de análisis y traducción latina y rudimentos de lengua griega; Elementos de Aritmética y Álgebra; Historia Universal y particular de España. En el cuarto año se estudiaba: Traducción de lengua griega; Geometría y Trigonometría y Elementos de Retórica y Poética.

Por último, el quinto año, estaba conformado por: Psicología, Lógica y Filosofía Moral; Física y Química e Historia Natural; Idioma inglés; Idioma francés.

Es cierto que una imagen puede tener el valor de mil palabras. Sobre todo cuando la imagen tiene dentro de sí una presencia intangible. En la capital de la metrópoli colonialista española, que ahogaba en sangre a la patria cubana, dos hermanos de alma se tomaban juntos una fotografía. Entre José Martí y Fermín Valdés Domínguez estaba la presencia entrañable del querido padre espiritual.

Años después, en la propia ciudad donde el Colegio San Pablo había realizado su obra fundacional, se retrataba Fermín junto a Rafael María de Mendive. Al lado de ellos, en el recuerdo indeleble, también se encontraba el más querido de todos los discípulos, puesto que ya, en el destierro neoyorquino, como Apóstol de la libertad, se había convertido en el Maestro de todos los cubanos.