Presentado el 30 de marzo de 1891, por el Sr. José Martí, delegado por el Uruguay por encargo de la Concisión nombrada para estudiar las proposiciones de los delegados de los Estados Unidos de Norteamérica, en la Comisión Monetaria Internacional Americana, celebrarla en Washington.
La Comisión nombrada para estudiar las proposiciones presentadas por la delegación de los Estados Unidos a la Comisión Internacional Americana, reunida en virtud del acuerdo de la Conferencia Internacional Americana, congregada en Washington por invitación de los Estados Unidos, para tratar sobre el establecimiento de la Unión Monetaria Internacional Americana, con la base de una o más monedas internacionales, ha examinado con profunda atención las proposiciones que la delegación de los Estados Unidos somete al acuerdo de la Comisión, para que ésta declare inoportuna la creación de una o más monedas internacionales, opine que el establecimiento del doble padrón de oro y plata, en proporción universalmente acatada, facilitaría la creación de aquellas monedas, y decida recomendar que las repúblicas representadas en la Conferencia conviden, juntas, por el conducto de sus respectivos Gobiernos, a una Conferencia Monetaria Universal, en Londres o en Paria, para tratar del establecimiento de un sistema uniforme y proporcionado de monedas de oro y plata.
Cumple a la Comisión comenzar declarando que recibe con agrado la expresión del aprecio profundo con que el pueblo y el Gobierno de los Estados Unidos estiman la respuesta de los pueblos latinos de América a la invitación del Gobierno norteamericano. Es tan grato ver reconocidos los móviles de nuestra participación en esta Conferencia, como penoso hubiese sido que se la supusiese determinada por ligereza o ignorancia. Los países representados en esta Conferencia no vinieron aquí por el falso atractivo de novedades que no están aún en sazón, ni porque desconociesen ninguno de los factores que precedían y acompañaban el hecho de su convocatoria; sino para dar una muestra, fácil a los que están seguros de su destino propio y su capacidad para realizarlo, de aquella cortesía cordial que es tan grata y útil entre los pueblos como entre los hombres, de su disposición a tratar con buena fe lo que se cree propuesto de buena voluntad, y del afectuoso deseo de ayudar con los Estados Unidos, como con los demás pueblos del mundo, a cuanto contribuya al bienestar y paz de los hombres.
A su vez toca a la Comisión congratular muy sinceramente a la delegación de los Estados Unidos por la sana doctrina que inspira sus proposiciones y el reconocimiento oportuno que en ellas se hace de la verdadera función de los pueblos de América en las relaciones económicas universales. El oficio del continente americano no es perturbar el mundo con factores nuevos de rivalidad y de discordia, ni restablecer con otros métodos y nombres el sistema imperial por donde se corrompen y mueren las repúblicas. El oficio del continente americano no es levantar un mundo contra otro, ni amasar con precipitación elementos diversos para un conflicto innecesario e injusto, sino tratar en paz y con honradez, como propone noblemente la delegación de los Estados Unidos, con los pueblos que en la hora dudosa de la emancipación nos enviaron sus soldados, y en la época revuelta de la reconstitución nos mantienen abiertas sus cajas.