Martí en sus 154 años

Por: Armando Hart Dávalos

Cada nuevo aniversario del natalicio de José Martí nos mueve a reflexionar sobre el significado y vigencia de su legado ante los cruciales desafíos que la humanidad tiene ante sí en estos inicios del siglo XXI.

En medio de los procesos que se desarrollan en el plano económico, político y social en diversos países de nuestra región, cobra mayor importancia el aporte de Martí, y de su principal discípulo: Fidel Castro. Sus métodos políticos, inspirados en principios éticos de valer universal, poseen argumentación lógica que resulta indispensable estudiar con mayor profundidad en nuestro país y proyectarlos a escala internacional.

Es indispensable profundizar en ese acervo del pensamiento político cubano que explica la singularidad de las ideas de Martí y de Fidel y que se fundamenta en superar la vieja consigna reaccionaria de divide y vencerás, estableciendo el principio de unir para vencer.

Resulta muy elocuente la definición de política que Martí nos da:

“La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada.” (1)

Obsérvese el alcance universal de la definición; la expone como una categoría de la práctica. El error del dogmatismo se halla en homologar ideología con política. El error del oportunismo radica en divorciar estas dos categorías. Nosotros concebimos el término ideología en el sentido de producción de ideas. Es la articulación de ambos planos de la realidad la que facilita los vínculos eficaces entre teoría y práctica, si se aspira, desde luego, a una práctica de valor universal.

Todos los grandes pensadores cubanos aspiraron a alcanzar la integridad de la cultura y fue así porque ellos luchaban por la victoria definitiva de la justicia a escala universal. La originalidad de José Martí y de Fidel está en que sobre estos fundamentos forjaron las bases de lo que he llamado cultura de hacer política. Esta contribución, unida a la práctica pedagógica de la escuela, al papel de la familia, de la comunidad y de lo que hoy llamamos medios masivos, explica la originalidad señalada y que tiene como objetivo fundamental alcanzar la justicia para todos los seres humanos sin excepción.

Precisamente, el drama del socialismo en el siglo XX se explica por el hecho de que tras la muerte de Lenin se pasó por alto la cultura. Martí lo había advertido cuando dijo, en carta a su compañero Fermín Valdés Domínguez, que “dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:–el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas:–y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos” (2); es decir, el de la ignorancia, y el del oportunismo, la mediocridad y la corrupción. En la incultura y en la maldad humana estaban para el Apóstol los peligros que tenía la idea socialista, por esto fracasó el socialismo real. También Martí señaló en esa propia carta a Fermín Valdés Domínguez que en nuestro pueblo no es tanto el riesgo como en la sociedad más iracunda de Europa, y le expuso ideas claves que recojo a continuación: “[…] explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa”. (3)

La solución para encontrar nuevos caminos del socialismo hay que hallarla sobre la base de una elevación cultural y ética. Es lo que nos puede conducir a la práctica continua y sistemática a favor de la justicia y del equilibrio del mundo.

Hay dos elementos claves de la política martiana que quiero destacar: ser radicales y ser armoniosos. Hay personas radicales que no son armoniosas y crean innumerables dificultades, y las hay armoniosas que no son radicales y no logran una política seria. Martí era un hombre radical y armonioso, por eso se planteaba lograr el máximo apoyo posible para la causa de la independencia de Cuba. Para una acción eficaz es necesario procurar esta relación. Lo original de nuestro tiempo es que el principio maquiavélico ha perdido eficacia, porque hoy en día los problemas se han globalizado y son de tal magnitud que dividir no significa vencer, está probado en la política contemporánea.

La suprema aspiración a la justicia, con verdadero sentido universal, está en estudiar y procurar la orientación de las categorías fundamentales de la historia espiritual del hombre: cultura, ética, derecho y política solidaria. Para ello, podemos valernos de la mejor tradición espiritual de nuestra América, cuya expresión más alta está en José Martí, Simón Bolívar y en una legión de próceres y pensadores.

Con sus ideas y el método electivo de la mejor tradición filosófica cubana de principios de la primera mitad del siglo XIX: todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela; todos los métodos y ningún método he ahí el método; encontraremos los nuevos caminos de las ideas que requiere el siglo XXI. Nosotros hemos hallado esos caminos en el ideal socialista que, como dijo Mariátegui, no puede ser “ni calco ni copia, sino creación heroica”, o como señaló Mella: “copias serviles de revoluciones hechas en otros climas”.

(1) Martí, José. La Opción Nacional, Caracas. 17 de septiembre de 1881. O.C. T. 14, p. 60. (2) Martí, José. Carta a Fermín Valdés Domínguez. O.C. T. 3, p. 168. (3) Ibídem.